
Oruña
es la narración de un pasado mítico atractivamente evocado; está contada con un
español modulado y frecuentemente lírico; un español que se ajusta al argumento
y donde cabe destacar los poemas intencionadamente arcaizantes y el aroma épico
de una trama que engancha...
(J.L.
Gracia Mosteo. Escritor y Crítico literario de ABC y Heraldo de Aragón)
Entre
tanto seudo–cuento y tanta novela mala, jaleadas, eso sí, por corifeos organizados, surge a veces un libro sencillo y llano,
directo, fresco y poderoso de contenido. Este es el caso de “ORUÑA”, relato
corto que recrea la gesta de los celtíberos que poblaron el somontano del Moncayo...
De lectura amena, se completa la historia con la inclusión entre capítulo y
capítulo de algunos poemas de gran fuerza expresiva, que revelan la calidad de
la madera literaria que derrocha este escritor que promete...
(D. José Luis de Arce. Escritor).
Monteagudo,
en Oruña, da un vuelco en el
planteamiento de cómo deben contarse las cosas, en el cómo hacer llegar al
lector lo que sucedió y hacerlo creíble. Bosquejo de ensayo, novela corta y
narración brevísima; un tres en uno que facilita el conocimiento e invita a
saber...
(Luis Bazán. Escritor y profesor)
José Ángel Monteagudo cuenta la historia como un profesor que se enfrenta a una
clase de adolescentes apáticos. Hábil y apasionado, mezclando arqueología y
epopeya… […]. Y de la mano de personajes contemporáneos con los que nos podemos
identificar nos llevará caminando con el recuerdo de Bécquer hasta las ruinas
de la antigüedad. Y desde allí, sentado en una tapia de piedra ruinosa,
levantará con sus palabras los muros y fosos de “Oruña”…
(Luis Borrás. Crítico literario de Diario del Alto Aragón)
Confieso
con gratitud que a mí me hubiera gustado escribir ese libro tan bien llevado,
con tantos datos novelados o no. Una férrea voluntad propia
de un espíritu preparado. Una voluntad que deseo de todo corazón no decaiga
jamás. Nadie podía imaginar, ni el mismo Buntalos, que un
día sus restos y ofrendas, trasladarían el mito de Argos en la búsqueda
infructuosa del Vellocino de oro, a un lugar privilegiado de nuestro querido
Moncayo.
(Miguel Ángel Marín Uriol. Escritor)